20061027

DE LA POLITICA DE SEGURIDAD DEMOCRATICA A LOS ACUERDOS DE PAZ

ALBERTO LOPEZ NUÑEZ

Todo hace ver que Colombia se apresta a iniciar una nueva era política, social y económica, en la cual previsiblemente se erradicaría la violencia endémica, y se instauraría una paz estable y duradera. Recálquese que digo iniciar y esto en estricto sentido histórico, es decir, que el proceso tardaría años, probablemente alrededor de un lustro, en los términos más positivos, y quizás hasta una década; pero lo importante es que se inicia con los pies en la tierra, esto es, con bases firmes y con la clara intención de ambos bandos de terminar positivamente el proceso que se inicia.

En primer lugar se debe enfatizar que este inicio de un proceso de pacificación es verdadero, serio y global: ya se logró la desmovilización de las AUC, se está en conversaciones con el apoyo de Fidel con el ELN, y el gobierno y las FARC han hecho pública y explícita su decisión de realizar un intercambio humanitario para enseguida iniciar conversaciones de paz. Esto significa según mis humildes en cálculos que en un periodo de 3-6 meses se finiquitaría el problema de los paramilitares, en el 2007 se resolvería lo del ELN, y en unos 12-18 meses se lograría el acuerdo humanitario, para a partir de allí iniciar el proceso de pacificación con las FARC.

En segundo lugar se debe enfatizar que estos logros tienen una sola e inequívoca causa: el rotundo éxito de la política de seguridad democrática de Uribe. Las dotes de estadista de éste ha permitido quebrar definitivamente el poder territorial de las FARC, y con el imprescindible apoyo del Plan Colombia, debilitar definitivamente la capacidad de acción de este grupo que se inició como una guerrilla ideológica de izquierda y se transmutó en una banda de narcoterroristas.

Este proceso está signado por una fuerte dosis de cálculo estratégico y negociaciones diplomáticas, en el cual se juega el resultado político final de la confrontación armada. Es por eso que pareciera que cada parte con el intercambio humanitario hace una concesión al adversario con el objetivo de pasarle factura en las negociaciones posteriores. De allí, que seguro de haber puesto contra la pared a las FARC, ahora Uribe si se puede dar el lujo de mostrarse solícito a dialogar con las FARC, pero sin bajar la guardia en su política de seguridad democrática; finalmente Uribe pone sobre la mesa cartas muy atractivas para las FARC, de manera que no se diga que es por intransigencia del gobierno que no se inicia el diálogo, sin llegar a aceptar condiciones absurdas, como la de ceder dos Departamentos a la guerrilla, para la realización del mismo. Está claro pues, que no se volverá a repetir el error del Caguán, ahora habrá diálogo pero en los términos que mejor favorezca a la paz y tranquilidad ciudadana, esto es sin ventajas estratégicas ni tácticas para los grupos guerrilleros.

Tal como lo señala Alfredo Rangel, “hay que decir que el endurecimiento de las posiciones y la ampliación de las exigencias son aunque parezca lo contrario, demostraciones de las intenciones de negociar en serio. Ambas partes quieren disponer de la mayor cantidad posible de cartas en el momento de iniciar el juego de la negociación. Mientras más cartas tengas, más concesiones podrás lograr de la contraparte” ( “Avance estático”, Semana, 9-10-2006). Pero repito este inicio de la posibilidad de un diálogo serio se debe únicamente a la preponderancia que el gobierno de Uribe ha obtenido sobre la guerrilla, gracias a la política de seguridad democrática.

Por supuesto que el indicar que se abre la posibilidad de un diálogo efectivo, no significa cantar victoria, todavía hay en el ambiente muchas y muy importantes preguntas: “Un Gobierno al cual le ha tomado cuatro años anunciar el despeje de dos municipios… ¿Podrá aceptar la idea de que las FARC son un sujeto aceptable para una negociación política? ¿ Y una guerrilla que tradicionalmente se ha apoyado en el hecho-innegable- de que el establecimiento le mama gallo a reformas de fondo, para, a su vez, ella misma mamarle gallo a una negociación, como hizo en los años del Caguán, está dispuesta a sentarse a discutir en serio, el abandono de la lucha armada?... Casi todo conspira en contra. Quizá el efecto más grave del Caguán fue dejar en el más completo desprestigio la idea misma de solución negociada. El presidente Uribe fue reelegido y sigue viviendo de ese sentimiento, compartido por millones de colombianos” (Alvaro Sierra, “ La carta de las FARC”, Cambio, 9-10-2006).

Concluyamos que justamente debido a las dificultades estratégicas, y a la animadversión del pueblo y gobierno a la solución negociada, es que el tema tiene una significación histórica, y que, “last but not least”debido al éxito de Uribe en doblegar a las FARC, es que ahora se puede dar el lujo de negociar con ellas, pero en condiciones de superioridad estratégica, y no en las lamentables condiciones en que se aceptó ir al Caguán. Lo demás es cuestión de manejo táctico de los negociadores, y en esto los Colombianos son expertos.